Interviste (febrero 7, 2000)

El tornero que desafió a los poderosos

Aunque difícilmente estará entre los candidatos en las presidenciales del 2002, el emblemático líder izquierdista Luis Inácio Lula da Silva, sigue fiel a la consigna del Partido de los Trabajadores, del que fue uno de sus fundadores en 1980: “El rico no necesita otro presidente, mientras que el pobre necesita su primer presidente”.
En la siguiente entrevista, concedida a Paolo Moiola, colaborador de NOTICIAS ALIADAS, Lula, deja claro que seguirá luchando por un Brasil más justo.

En 1998, a pocos meses de las elecciones presidenciales, parecía que en Brasil las cosas procederían según la palabra justa. Después, apenas Cardoso fue reelegido todo se sacudió. ¿Cómo sucedió?
La economía brasileña, ya antes de enero de 1999, se encontraba en una situación caótica. Habíamos sido infatigables en denunciar que Brasil corría los mismos riesgos que Corea del Sur, Indonesia y Rusia. En setiembre de 1998 hablé durante seis minutos en la TV haciendo ver lo que sucedería con la economía brasileña después de las elecciones.
Por su parte, la prensa decía que la economía era sólida y que Cardoso era la única posibilidad de estabilidad. Afirmaban que lo nuestro era sólo terrorismo de izquierda. Pocos meses después sucedió exactamente lo que habíamos previsto.

¿Cuán grave es la situación económica?
El verdadero problema de la economía brasileña es su dependencia del capital extranjero. Brasil ya ha vendido gran parte de las principales empresas estatales, las autopistas y todo el sector de las telecomunicaciones. Hoy el Estado posee sólo el Banco de Brasil (que financia la agricultura), la Caja Económica Federal (que financia las obras de constructoras públicas y privadas), el correo y la compañía petrolera Petrobras.
Así, nos encontramos en la siguiente situación: ya no tenemos patrimonio público. Todas las entradas han sido utilizadas para el pago de los intereses de la deuda interna y de la deuda externa (US$235 millardos). En consecuencia, no hemos invertido en educación, salud, empleo. Hoy tenemos la más alta tasa de desempleo en la historia de Brasil. En la práctica, el 20% de la población económicamente activa en todas las grandes regiones metropolitanas está desempleada. La relación es directa: al crecer la desesperación de la gente, crece también el índice de violencia, la criminalidad, el narcotráfico.

¿Y la situación en el campo?
El primer problema son los trabajadores rurales sin tierra que se baten por la reforma agraria. Pero no podemos olvidar a los 5 millones de pequeños propietarios rurales que ya tienen la tierra, pero que no son apoyados por una política de financiamiento que les permita trabajarla. Para darse una idea: en los últimos 10 años, 942,000 pequeñas propiedades rurales han cerrado y el 96% de estas propiedades tenían un tamaño inferior a 100 Ha.
Para hacer crecer la economía debemos hacer las cosas más simples de este mundo: una verdadera reforma agraria, una verdadera política agraria, financiamiento a los pequeños y medianos productores.

¿Cómo evalúa la marcha popular hacia la capital, realizada a mediados de 1999 y que convocó a más de 1,000 dirigentes campesinos sociales y sindicales en repudio de la política económica del gobierno?
La marcha fue fantástica. Aunque la prensa brasileña haya hecho de todo para oscurecer el movimiento, aunque el gobierno diga que la marcha fue un fiasco, hemos tenido la más grande manifestación política contra el gobierno de Cardoso y la política neoliberal. Para llegar a Brasilia, la gente tuvo que recorrer 1,200 km desde Rio de Janeiro, 1,100 desde São Paulo, 1,200 desde Minas Gerais, 2,000 desde Rio Grande do Sul. No obstante esta distancia, llegaron brasileños de los 27 estados de la federación.
Para darle continuación, ahora buscamos organizar en los principales estados de Brasil nuevas marchas regionales.

¿La actual impopularidad del gobierno de Cardoso puede tener alguna consecuencia práctica para la gente? ¿O no sucederá nada?
Todo dependerá de lo que consigamos hacer. Cardoso está atravesando su peor momento como presidente. Durante su primer mandato [1994-98] la economía estaba mal, pero la moneda era estable y Cardoso gozaba de buena imagen pública, no ligada a la corrupción. Hoy no sólo la economía está mal; también la imagen del presidente se ha deteriorado bajo el peso de la corrupción, de la malversación de los dineros públicos, de la compra de votos en el Congreso Nacional.

¿Las dificultades de Cardoso pueden favorecer a Lula y la oposición?
El hecho de que Cardoso viva un momento delicado no quiere decir que este descontento favorezca automáticamente a la oposición. Nosotros debemos hacer propuestas serias, que podamos traducir en cosas concretas y reales. La oposición de la gente depende mucho de nuestro trabajo.
Es importante recordar que hoy hay también oposición en la base de Cardoso: el Partido del Frente Liberal (PFL) y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) ya han empezado a hacer oposición, anticipándose bastante a la campaña electoral del 2002.

¿Hay una razón que explique sus tres derrotas presidenciales, en 1989, 1994 y 1998? ¿Cree que hubo fraude electoral?
No quiero echar la culpa de la derrota sólo a los adversarios o sólo a los medios de comunicación. Pienso que también hemos cometido errores en la comunicación con los brasileños.
Pero en 1998 hubo un acuerdo del gobierno con los medios de comunicación que consideraron necesario sostener (y garantizar) la reelección de Cardoso. El gobierno de Cardoso tuvo cerca de cuatro horas de publicidad, mientras que yo 17 minutos y Sírio Gomes tres minutos. ¿Es democrático semejante proceso electoral?
La Red Globo de Televisión en 1989 ayudó a Collor, en 1994 defendió el Plan Real, en 1998 decidió ayudar a Cardoso no dando prácticamente ningún espacio a las elecciones. En general, una gran parte de la población no fue informada por los medios de comunicación del proceso electoral.

En el 2002 tendrá 57 años, será todavía bastante joven para presentarse a las elecciones presidenciales. ¿Lo hará?
Sólo Dios sabe si seré candidato. Pero, si dependiese de mi voluntad, respondo que no.


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